A la hora de emprender, nos suele ganar la emoción y la adrenalina que sentimos con nuestra idea, consideramos que es el proyecto indicado y con el que lograremos nuestros objetivos personales y profesionales. Esto se suele conocer como el momento feliz.
Emprender un proyecto conlleva sacrificios, perseverancia y mucha disciplina. Sin embargo, existen casos en los que, aun contando con la mezcla de estos ingredientes, los emprendimientos fracasan en su etapa inicial de maduración. Esto es una situación común por la que muchos emprendedores han pasado y que recuerdan con cierto agradecimiento y satisfacción por el aprendizaje adquirido.
Para reducir el riesgo de que tu emprendimiento muera en etapas tempranas, debes optar por validar tu proyecto.
Sin embargo, esto es para muchos emprendedores un paso superficial, lo que ocasiona que los cimientos de su emprendimiento sean frágiles; el no detenerse a analizar si su producto o servicio resuelve un problema o si llega a ser comercializable, resulta en una debilidad enorme para el proyecto. En términos prácticos, es importante considerar que lo que tu proyecto ofrece, debe generar el suficiente valor para tu usuario objetivo.
A la validación se le conoce como el proceso de confirmar y dar certeza de que tu producto o servicio resuelve una necesidad o un problema, es comercializable y además, se considera el tamaño de mercado y las características del mismo. En resumidas cuentas, es como una brújula en medio del desierto que te indica hacia dónde está el norte.
El poder comprobar que tu producto o servicio resuelve una necesidad o problema, constituye gran parte del propósito por el cual los emprendedores buscan emprender y es importante que puedan comunicar su idea con personas cercanas en un inicio y posteriormente con personas externas, ocasionando que el emprendedor pueda conocer el contexto de la problemática o necesidad que busca resolver. Aunque por lo general este punto se realiza de manera superficial, se debe investigar y analizar detenidamente el origen del problema y su contexto, quizás la solución del problema planteado ya se resuelve de una manera sencilla y barata con otras soluciones existentes.
El validar que lo que ofrezca tu proyecto sea comercializable, tiene que ver con el conocer a tus posibles clientes y generar un arquetipo (Buyer Persona) con el cual puedas obtener información relevante, por ejemplo, considerar si tienen suficiente poder adquisitivo o si les generará el suficiente valor de la solución de producto o servicio que ofreces como para poder adquirirlo.
Una de las filosofías más extendidas sobre validación de proyectos es la propuesta por la lean startup, que es el lanzamiento de productos y servicios basado en conocimiento, experimentación científica y la interacción con el cliente antes de lanzar al mercado tu producto o servicio. Referentes en este campo como Néstor Guerra afirman que “la pregunta correcta no es si puedo hacerlo, es si debo hacerlo. Y en ese cambio surgen muchas cosas como: Lo que voy a construir merece la pena, va a aportar un valor, en el mundo real eso se cumple. Por eso, en lugar de hacer un gran lanzamiento y hacer un producto cerrado, lo que hacemos es un Producto Mínimo Viable (PMV) y lo que intentamos de manera muy rápida es validar con el cliente, a través de conversaciones, experimentos o pruebas”
Es por eso que el proceso de validación es indispensable cuando se trata de emprender, ya que nos permite conocer profundamente el contexto de la problemática, la viabilidad de la solución que proponemos en su estructura inicial y adicionalmente agregar más valor al usuario al que va dirigido el producto o servicio.
Por todo ello, si tienes que equivocarte ¡Hazlo lo más rápido y barato posible!